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Escuché su entrevista en un programa de radio. El presidente de Novagalicia Banco, José María Castellano, explicaba su idea del arbitraje para abordar el conflicto de las participaciones preferentes. Sus palabras reflejaban comprensión y pesar hacia los damnificados que compraron desde la ignorancia, junto a su firme voluntad de trabajar para encontrar soluciones, al menos parciales.
Pero además, y aquí venía lo sorprendente, pedía perdón abiertamente a los perjudicados en nombre de la entidad y se disculpaba por unas prácticas, previas a su nombramiento, que no por extendidas son menos indeseables.
Sin entrar a calificar la idoneidad de la solución destaco el hecho insólito de las públicas excusas y el humilde reconocimiento del error. Subrayo la demostración de empatía compasiva hacia quienes han sufrido pérdidas, víctimas del exceso de confianza en un asesoramiento inadecuado, y no de la asunción consciente de un elevado riesgo en pos de un lucro excepcional. Imagino las reacciones de los clientes, pero también las de los empleados y directivos de la entidad, sometidos a una presión angustiosa, que dan la cara frente a sus enfadados clientes. Supongo que habrán recibido la pública petición de perdón por parte de su líder como un lenitivo que alivie su más que incómoda situación. Y que les transmita, de paso, un mensaje claro cargado de valores con el que alinearse.
Acostumbramos a percibir a los líderes como grandilocuentes, poderosos y distantes, inalcanzables para la gente corriente. Descubrir que, como humanos, se equivocan, piden perdón, corrigen en lo posible sus errores y prometen no repetirlos, reconforta y reconcilia con ellos. Todos recordamos el ejemplo reciente protagonizado por S.M. el Rey y sus inmediatos efectos positivos y benevolentes en la sociedad.
Por desgracia, aunque valiosas, son contadas excepciones. Todos somos culpables, de alguna manera, de la difícil situación que vive nuestro país. Pero algunos han tenido más culpa en traernos a ella. ¿Han oído ustedes alguna disculpa? Los principales responsables políticos del desaguisado continúan pontificando como si no fuese con ellos. Y en el mundo financiero, casos como el citado son sólo una gota en el océano.
Pedir perdón, lejos de reconocer una debilidad, hace crecer a quien lo pide. Supone un excelente ejemplo del tipo de liderazgo que vale la pena. El que se basa en la ética y en valores como la integridad, la humildad, la bondad, o la humanidad. El liderazgo servidor hacia los demás -el que hace a los seguidores sentirse "a hombros de gigantes", como decía el escolástico Bernardo de Chartres-, es el liderazgo más atractivo, genera confianza y seguidores, facilita el alineamiento organizativo y la respuesta social más favorable. Pura ciencia ficción, lamentablemente.
Pedir perdón hace crecer a quien lo solicita y supone un excelente ejemplo de liderazgo
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