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El pasado día 20 de Julio falleció en Madrid Alberto Fernández Caveda, tras una larga enfermedad. Desde las páginas de nuestra revista, que él dirigió durante una buena etapa, deseo rendir un pequeño tributo a su figura, como homenaje a su importante contribución a Aedipe a lo largo de un buen número de años.
Conocí a Alberto a mediados de los noventa, pocos años después de mi incorporación a Aedipe como asociado. A petición de Joaquín Casals tras su elección como Presidente, me incorporé como Tesorero al Consejo Nacional. Alberto era entonces Director Técnico y alma mater de la Asociación en su vertiente nacional -que él mismo había presidido con antelación-. En esa condición se ocupaba, junto con el Consejo, de la definición de los contenidos y ponentes del Congreso Anual, así como de su organización, en coordinación con la Agrupación Territorial correspondiente. También identificaba y proponía aquellas obras que merecían la pena convertirse en libros editados por Aedipe. Igualmente se ocupaba de la revista, tanto de sus contenidos como de su gestión económica. Además, colaboraba estrechamente en las labores cotidianas de la asociación, como valiosísimo apoyo del Presidente, Secretario General y Tesorero, amén de una continua relación con las Territoriales.
Desde su profesión básica de abogado experto en temas laborales, Alberto Fernández Caveda profundizó en los aspectos humanos del trabajo de forma rigurosa y metódica. Como escritor, sus obras nos muestran a todo un conocedor de los entresijos de la Función de Personas, más allá de los aspectos meramente laborales. Pionero en la materia, si lo miramos con la perspectiva de los años, entre sus obras merecen citarse “La Gestión Integrada de RRHH”, de Ediciones Deusto, 1990, “La Función de RRHH en tiempos de cambio”, publicada por Ed. Gestión 2000, en el año1998, o el muy práctico “Consultor para la dirección de RRHH, de CISS en 2001. Alberto, además, participó como coautor en otras publicaciones diversas, como “La Nueva Gestión de RRHH”, publicada en 1995 por varios autores. También escribió numerosos artículos para revistas especializadas, algunos de ellos elaborados conjuntamente con su hija Ana, con quien compartió profesión y vocación. En su última etapa, además de mantener su amada profesión de abogado, llevado por su voluntad de participar en iniciativas sociales, era miembro del Comité Científico de CEOMA, Confederación Española de Organizaciones de Mayores, para la que dirigió un interesante estudio sobre “El trabajo más allá de los 50”, en colaboración con la Comunidad de Madrid.
En cuanto a su trabajo interno, dedicaba buenas horas en el despacho de Moreto, 10, pendiente de todos los detalles para que las cosas funcionaran. Fueron muchos debates compartidos, en los que se mostraba como una persona intelectualmente inquieta, culto, brillante conversador, relacional, ocurrente y con un fino sentido del humor, no exento de ironía. Sabía escuchar, pero también defendía sus argumentos con solidez y firmeza, a veces con pasión, lo que le llevaba a entablar alguna que otra discusión, en la que ocasionalmente sacaba a relucir su carácter. Pero su tono conciliador y su habilidad para manejar las diferencias de opinión terminaban por imponerse.
En aquellos años en los que comenzaba mi carrera directiva en la Función de Personas, Alberto Fernández Caveda era para mí una fuente de aprendizaje, una especie de libro abierto. Estaba a la última en materia en gestión y desarrollo de personas. Citaba a los gurús con autoridad, después de haber leído sus obras. No tocaba de oído y eso se notaba. Investigaba, leía y mantenía un conocimiento actualizado, tanto a nivel nacional e internacional.
Desde el recuerdo entrañable a su singular personalidad, creo que tenemos una deuda de gratitud con Alberto, con su dedicación e inteligencia puestas al servicio de Aedipe, con el encomiable objetivo de hacer de ella una asociación más grande, más útil para sus asociados y, en definitiva, mejor. Valgan estas palabras como sencillo testimonio de admiración y de agradecimiento, junto con el más sentido pésame a sus familiares. Descansa en paz, querido Alberto.
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