ArtículosArticles.
Había un marmolista poeta que recibía encargos para escribir epitafios en verso sobre las lápidas. Para ello debía inspirarse en la vida de sus clientes, a los que interrogaba previamente. Un día llegó alguien que había pasado toda su vida en la misma calle en que nació. No había viajado jamás, ni siquiera al hacer la mili. Permanecía soltero a los cincuenta y seguía viviendo con su madre en la casa que lo alumbró. Tampoco trabajó nunca por no salir del pueblo. El marmolista poeta se quedó pensativo ante la falta de estímulos que le inspiraran, y tras preguntar el nombre de pila a tan singular personaje exclamó: ¡Ya lo tengo! Aquí yace Emeterio, del vientre de su madre al cementerio".
Perdonen la licencia de la anécdota anterior, pero no he podido evitar recordarla al leer un reciente estudio (IESE-Sagardoy-Creade) sobre un asunto que no deja a nadie indiferente, pues todos tenemos algún caso cercano al que referirnos entre familiares o amigos.
El asunto estudiado es si estamos dispuestos a cambiar de residencia por motivos laborales.
Hay quienes están convencidos de que al nacer se adquiere un compromiso de permanencia vinculante y de por vida con la tierra que nos acoge. En ella vamos echando raíces cada vez más gruesas, hasta el momento en que no hay quien las arranque, por deseable que sea la causa. Por el contrario, otras personas sitúan su profesión como un objetivo importante en su vida, al que supeditan el lugar de residencia como factor secundario. ¿Conservadurismo frente a espíritu aventurero? ¿Conformismo frente a ambición? ¿Aldeanismo frente a visión cosmopolita? Probablemente ninguna de estas opciones del todo, y un poco de todas ellas.
Pues bien, los resultados del mencionado estudio referentes a España no pueden ser más desoladores. Mientras un veintisiete por ciento de los europeos están abiertos a moverse a otra ciudad por motivos laborales, sólo un trece por ciento de los españoles lo están, es decir ¡menos de la mitad! El dato era de esperar conociendo los hábitos de nuestros compatriotas, pero la enorme diferencia con el resto de ciudadanos del continente es más que preocupante. Y eso que no estamos hablando de Estados Unidos, donde se cambia de ciudad y Estado como de camisa.
Es cierto que hay factores culturales que auspician el sedentarismo como si fuera un legado. También lo es que la tradición española es reticente a vivir de alquiler, y que el alto precio de la vivienda en las ciudades es disuasorio. Y además, se vive muy bien en muchos lugares de nuestro país, a pesar de sus limitaciones laborales. Pero el arraigo exagerado al lugar de origen es un freno indudable que, además de diluir oportunidades profesionales evidentes, priva en ocasiones del aprendizaje de experiencias mucho más variadas y enriquecedoras, de tener vidas más anchas.
Incluso la actitud de quien se ha movido entre diferentes ciudades, culturas y países es mucho más abierta, tolerante y receptiva.
No se trata de aspirar a que seamos como los nómadas del desierto, pero no hay justificación para esa enorme diferencia con nuestros conciudadanos europeos, que pueden tener parecidos problemas a la hora de trasladarse y, sin embargo, están dispuestos a solventarlos en aras de su situación laboral. Aspirar a progresar en lo personal y en lo profesional debería ser algo tan legítimo como encomiable, aunque a veces cueste sacrificios y renuncias. Pensemos en el futuro y, en la próxima ocasión que se nos presente, vayamos poniendo los medios para que nuestro epitafio sea algo más jugoso que el de Emeterio.
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF
Leer más | descargar PDF