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Pocas cosas han contribuido tanto al progreso de nuestra civilización como el emprendimiento. Tras los mayores avances científicos, sociales o económicos encontramos a quienes han convertido el espíritu emprendedor en su actitud vital. Visionarios, creativos, esforzados, perseverantes, líderes, arriesgados, impulsores, múltiples son los calificativos que adornan tan complejo perfil. Ya sean congénitas o adquiridas, estén arraigadas en la personalidad o vengan fomentadas desde la sociedad y educación, las capacidades propias del emprendedor darían juego para toda una tesis. Lo que nadie debería dudar es que las necesitamos como agua de Mayo, sobre todo en estos tiempos.

Sin embargo, por desgracia estos perfiles escasean sobremanera. Mala evolución habremos tenido en los últimos cinco siglos, si quedan tan pocos vestigios de los miles de heroicos emprendedores que arriesgaron sus vidas en busca del nuevo mundo. Los ciudadanos del país que protagonizó la mayor y más osada gesta humana de la Historia, percibe ahora el riesgo como algo negativo, según leíamos en un reciente informe. Vivir para ver.

Por si esto fuera poco, resulta indignante comprobar el desprestigio esparcido sobre la figura del emprendedor desde algunas instancias que justamente deberían ensalzarla. Asimilarlos a individualistas, insolidarios y aprovechados sin escrúpulos es como dispararse en el pie; frena la iniciativa y disuade a los pocos que osan atreverse a crear empleo y riqueza. Lo que nos va a sacar de la crisis son hombres y mujeres valientes que arriesguen su patrimonio o se endeuden para dar trabajo a otros, aunque para ello tengan que sortear mil obstáculos y vencer el miedo. Churchill decía que el éxito consiste en "ir de un fracaso a otro sin perder entusiasmo".

Desde estas renovadas páginas queremos rendir tributo a la magia de emprender con ilusión y altura de miras. Animar a quienes lo intentan y felicitar a quienes consiguen que su obra trascienda y crezca más allá de su persona. Elogiar a quienes convierten el emprendimiento pionero en verdaderas empresas estables, que sobreviven a su fundador y crean un valor inestimable para la sociedad. Va por ellos.